miércoles, 28 de septiembre de 2022

PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN SOBRE "CASA DE MUÑECAS"

 PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN SOBRE "CASA DE MUÑECAS"

ACTIVIDAD:

28/09/22

1.- Elabora 5 preguntas de investigación sobre "Casa de muñecas".  Compártalas con el grupo en un documento colaborativo.

30/09/22

2.- Individualmente o en pareja los estudiantes desarrollan una de las preguntas en un ensayo breve de al menos 3 párrafos. (Pueden elegir cualquier pregunta del documento colaborativo)


3.- El ensayo se realiza en el portafolio Q1 en un documento aparte con el nombre de -Ensayo breve "Casa de muñecas"-


4.- Al finalizar el ensayo convertir en PDF y enviar por managebac 


ESTRUCTURA DEL ENSAYO BREVE

INTRODUCCION:

Identification de la obra: 

Autor

Tipo de obra

Breve resumen del tema principal (en 3 ó 4 oraciones)

Otros datos que considere importantes y breves

Pregunta de orientación que se desarrollará en el ensayo


DESARROLLO:

Desarrolle la pregunta de orientación en sus aspectos más importantes

Coloque citas como evidencias


CIERRE:

Vuelva a la pregunta de orientación seleccionada y de una conclusión general

 

 

lunes, 26 de septiembre de 2022

EXAMEN SOBRE "CASA DE MUÑECAS"

 EXAMEN SOBRE "CASA DE MUÑECAS"

1.- Crea en Q1 un documento "tunombre.ExamenCasademuñecas"

2.- Identifica en la parte superior izquierda el documento de la siguiente manera

 

Español: Lengua y Literatura

Grado 12

Nivel: ___

Nombre del Estudiante: 

Mr. Borges

PARTE 1: COMENTARIO

Escribe un comentario de por lo menos 3 párrafos sobre 1 de las siguientes preguntas de orientación

 

-¿De qué manera, a través de los recursos estílisticos del texto teatral, en "Casa de muñecas" se explora el problema global de la desigualdad de género?

 

-La misión de la literatura es, para muchos autores,  reflejar la sociedad de su tiempo.  Comente esta premisa refiriéndose a "Casa de muñecas".

 

PARTE 2: RESPUESTAS BREVES

4.-  Conteste brevemente

4.1.- ¿Cuál es el conflicto principal de la obra?

4.2.- ¿Cuál es el desenlace de la obra?

4.3.- ¿Cuál es el objetivo de los personajes de Cristina y Krogstad?

Al terminar tu examen convierte en un PDF y envialo a managebac


martes, 20 de septiembre de 2022

HERIK IBSEN Y SU TIEMPO

 HERIK IBSEN Y SU TIEMPO

ESTAREMOS EXPLORANDO LA BIOGRAFÍA DE HENRIK IBSEN CON EL PROPÓSITO DE CONECTAR HECHOS DE SU VIDA CON SU OBRA Y DE CONOCER CUAL FUE SU PRODUCCIÓN COMO ESCRITOR.

ACTIVIDAD: 20 y 22 de septiembre

Grupal (grupos hasta de 3 estudiantes)

1.- Crear una presentación en Q1 con el nombre"tu nombre. Biografia Ibsen".  La primera lámina de la presentación debe tener el nombre de los integrantes del grupo.

La biografía debe contener:

- Aspectos personales y familiares

- Etapas en la obra del escritor

- Obras

-Características de la obra de Ibsen

- Iconografía de Ibsen y de sus obras

-Contestar: 

1.- ¿De qué manera la vida de Ibsen puede explicar su compromiso con los cambios sociales?

 

2.- La evolución o transformación del personaje es uno de los aspectos más utilizados por los escritores para comunicar el mensaje de sus obras.  Discuta esta afirmación tomando en cuenta 2 personajes de "Casa de muñecas" (1 párrafo extenso)



Fuentes de investigación: Puedes usar fuentes en inglés o español, si utilizas en inglés debes hacer la traducción.


Biografia 1

 

Biografia 2 

viernes, 16 de septiembre de 2022

CITAS SOBRE EL REALISMO TEATRAL EN "CASA DE MUÑECAS

 ACTIVIDAD:

 1.- Investiga sobre el movimiento del REALISMO TEATRAL y elabora una lista de 8 características del REALISMO TEATRAL que hay en la obra "Casa de muñecas"de Herik Ibsen.

2.- Para cada característica extrae una cita de la obra

3.- Escribe un párrafo sobre la siguiente pregunta de orientación:

 

¿De qué manera el Realismo Teatral le permite a Ibsen desarrollar el tema de la desigualdad de género a fines del siglo 19?

miércoles, 14 de septiembre de 2022

EL REALISMO TEATRAL Y "CASA DE MUÑECAS"

 EL REALISMO TEATRAL Y "CASA DE MUÑECAS"

 

ACTIVIDAD:Q1. Documento "Casa de muñecas"

1.- Investiga sobre el movimiento del REALISMO TEATRAL y elabora una lista de características del REALISMO TEATRAL que hay en la obra "Casa de muñecas"de Herik Ibsen

2.- Coloca los links de las páginas investigadas (Pueden ser páginas en español o inglés, en caso de ser en inglés debes colocar la traducción en español) 

3.- Los estudiantes que no hayan completado las actividades anteriores deben terminarlas hoy

 

 

lunes, 12 de septiembre de 2022

RESUMEN "CASA DE MUÑECAS"

 RESUMEN "CASA DE MUÑECAS"

ACTIVIDADES: 12/09/22

En el día de hoy terminaremos de contestar y discutir actividades que han quedado pendientes de clases anteriores.  La idea es ponernos todos al día con todas las clases y hacer actividades que sirvan como resumen de "Casa de muñecas"

1.- Escribir una lista de las palabras que utiliza Torvaldo para referirse a Nora en la escena 1 y discutir qué denotan y qué connotan esas palabras. (Correspondiente a la clase del 23 de agosto)

2.- Contesta brevemente:(correspondiente a la clase del 8 de septiembre)

2.1.- ¿De qué manera Ibsen resuelve los conflictos existenciales de Krogstad y Cristina?

2.2.- En tu opinión ¿Hasta qué punto se justifica la decisión final de Nora? (Para discutir esta pregunta toma en cuenta tu opinión personal y valores.  El contexto social e histórico de producción de la obra y La intención de Ibsen al escribir la obra)

 

 

 

 

REVISA SI TIENES ESTAS ACTIVIDADES CORRESPONDIENTES A LA LECTURA DE "cASA DE MUÑECAS"

 

 

ACTO III. "CASA DE MUÑECAS" LA DECISIÓN DE NORA

 ACTIVIDADES

1.- Lectura

2.- Contesta brevemente:

2.1.- ¿De qué manera Ibsen resuelbe los conflictos existenciales de Krogstad y Cristina?

2.2.- En tu opinión ¿Hasta qué punto se justifica la decisión final de Nora?

Krogstad cumple su amenaza

 ACTIVIDAD

1.- LECTURA: Lee las siguientes escenas del Acto 2 de "Casa de muñecas" de henrik Ibsen

2.- En Q1, documento dedicado a "Casa de muñecas".  Realiza las siguientes actividades.

2.1.- Coloca un título para cada una de las escenas

2.2.- Escribe un resumen de las escenas leídas

2.3.- Escribe un comentario de un párafo sobre la siguiente cita:



viernes, 2 de septiembre de 2022

LOS MIEDOS DE NORA

LOS MIEDOS DE NORA

   Cuando Nora escucha las opiniones de Torvald sobre la moral, el mundo que ella conoce de felicidad en su hogar con su esposo y sus hijos está amenazado a punto de desmoronarse.  Nora experimenta el sentimiento de sentirse perdida, sola y sin salida.

ACTIVIDAD:

1.- LECTURA Y COMENTARIOS 

2.- CONTESTA:

¿De qué manera Ibsen nos logra transmitir la angustia y miedos de Nora? ¿Qué recursos estilísticas utiliza?

Describe las escenas leídas con 1 ó 2 oraciones (coloca un título)

miércoles, 31 de agosto de 2022

EL CHANTAJE DE KROGSTAD A NORA

EL CHANTAJE DEL SR. KROGSTAD A NORA

 

1.-  Lectura

2.-  Escribe un comentario libre de 1 párrafo sobre la perspectivas de Krogstad y Nora en la escena 10

martes, 23 de agosto de 2022

LECTURA 1: "Casa de muñecas"

 ACTIVIDAD: 

1.- Lectura de las escenas: 1, 2 y 3 de la obra de teatro "Casa de muñecas" de Henrik Ibsen

2.- Crear un documento en Q1 con el nombre "tunombre.casa de muñecas"

3.- En ese documento hacer un resumen de las 3 escenas leídas. 

4.- Escribir una lista de las palabras que utiliza Torvaldo para referirse a Nora en la escena 1 y contestar qué denotan y qué connotan esas palabras.



 

lunes, 29 de agosto de 2022

Lectura: Escenas 4, 5, 6, 7, 8 y 9 de "Casa de Muñecas"

ACTIVIDAD: 

1.- LECTURA

2.- Realiza un resumen (Lista de aciones de cada escena) 

3.- Elige una de las escena y graba un audio tratando de expresar el tono del personaje.

4.- Selecciona citas a través de las cuales el autor nos plantea hechos hacia el desarrollo de la trama



 

 

jueves, 8 de septiembre de 2022

ACTO III. "CASA DE MUÑECAS" LA DECISIÓN DE NORA

 ACTIVIDADES

1.- Lectura

2.- Contesta brevemente:

2.1.- ¿De qué manera Ibsen resuelbe los conflictos existenciales de Krogstad y Cristina?

2.2.- En tu opinión ¿Hasta qué punto se justifica la decisión final de Nora?

 ACTO TERCERO

 
 

La misma decoración. Los muebles (mesa, asientos y sofá) han sido trasladados al centro de la escena. La puerta del recibidor está abierta. Se oye música que se supone procedente del piso superior.
 
 

ESCENA I. 

Cristina y Krogstad

 
CRISTINA (Sentada cerca de la mesa, hojea distraídamente un libro). De vez en cuando mira con inquietud hacia la puerta y escucha atentamente.
 
CRISTINA (Mirando su reloj): No viene, y, sin embargo, ha pasado ya la hora. Con tal que... (Vuelve a escuchar). ¡Ah! ¡Es él! (Va al recibidor y abre suavemente la puerta exterior. En voz baja). Entre usted, estoy sola.
 
KROGSTAD (En la puerta): He recibido una carta de usted. ¿Qué desea?
 
CRISTINA: Tengo necesidad absoluta de hablarle.
 
KROGSTAD: ¿Sí? Y la entrevista, ¿ha de ser aquí, precisamente?
 
CRISTINA: No podía recibirle en mi casa, porque no hay puerta independiente. Venga usted; estaremos solos. Los Helmer están de baile en el segundo piso.
 
KROGSTAD (Entrando): ¡Cómo! ¿Los Helmer están de baile esta noche? ¿De veras?
 
CRISTINA: ¿Que tiene eso de particular?
 
KROGSTAD: Nada.
 
CRISTINA: Krogstad, tenemos que hablar.
 
KROGSTAD: ¿Nosotros dos? ¿Qué podremos decimos todavía?
 
CRISTINA: Muchas cosas.
 
KROGSTAD: No lo hubiera creído jamás.
 
CRISTINA: Es que usted no me ha comprendido bien nunca.
 
KROGSTAD: No había mucho que comprender; esas cosas ocurren diariamente. La mujer sin corazón despide al hombre con quien está en relaciones cuando encuentra otro partido más ventajoso.
 
CRISTINA: ¿Me cree usted, pues, falta de corazón enteramente? ¿Supone que no me costó nada el rompimiento?
 
KROGSTAD: Sin duda.
 
CRISTINA: ¿Ha creído eso realmente, Krogstad?
 
KROGSTAD: Si no era así, ¿por qué me escribió usted como lo hizo?
 
CRISTINA: No podía actuar de otro modo. Decidida a romper, debía arrancar de su corazón todo lo que sintiera por mí.
 
KROGSTAD (Frotándose las manos): ¡Ah! ¡Eso es!... Y todo por el vil interés.
 
CRISTINA: No debe usted olvidar que yo tenía entonces que sostener a mi madre y a dos hermanos pequeños. No podíamos esperar a usted, que sólo tenía entonces esperanzas tan remotas...
 
KROGSTAD: Aun suponiendo que fuera así, usted no tenía derecho a rechazarme por otro.
 
CRISTINA: No lo sé. Muchas veces me lo he preguntado.
 
KROGSTAD (Bajando la voz): Cuando la perdí a usted, creí que me faltaba el suelo. Míreme: soy como un náufrago asido a una tabla.
 
CRISTINA: Quizás esté próxima la salvación.
 
KROGSTAD: La tenía ya, y usted ha venido a quitármela.
 
CRISTINA: Yo he sido ajena a la cuestión, Krogstad. Hasta hoy no he sabido que la persona a quien iba a sustituir en el Banco era usted.

KROGSTAD: Lo creo, puesto que me lo dice; pero ahora que lo sabe, ¿no renunciará al cargo?
 
CRISTINA: No, porque a usted no le serviría de nada.
 
KROGSTAD: ¡Ah! ¡Bah! Yo, en el lugar de usted, lo haría de todos modos.
 
CRISTINA: He aprendido a obrar juiciosamente. Me lo han enseñado la vida y la dura necesidad.
 
KROGSTAD: Pues a mí la vida me ha enseñado a no dar crédito a las palabras.
 
CRISTINA: En eso le ha dado a usted una sabia lección, pero ¿cree usted en los hechos?
 
KROGSTAD: Tengo buenas razones para hablar así.
 
CRISTINA: Yo también soy un náufrago asido a una tabla; no tengo a nadie a quien consagrarme, a nadie que necesite de mí.
 
KROGSTAD: Usted lo ha querido.
 
CRISTINA: No podía elegir.
 
KROGSTAD: ¿A dónde quiere usted ir a parar?
 
CRISTINA: ¿Qué le parece a usted si esos dos náufragos se tendieran la mano?
 
KROGSTAD: ¿Qué dice usted?
 
CRISTINA: ¿No vale más juntarse en la misma tabla?
 
KROGSTAD: ¡Cristina!
 
CRISTINA: ¿Cuál supone usted que es el motivo que me ha traído a esta ciudad?
 
KROGSTAD: ¿Habría usted acaso pensado en mí?
 
Casa de muñecas  henrik ibsen
CRISTINA: Necesito trabajar para poder soportar la existencia. Toda mi vida, hasta donde alcanzan mis recuerdos, la he pasado trabajando. Era mi mayor y mi única alegría. Ahora me encuentro sola en el mundo, y advierto un vacío horrible. No pensar más que en sí misma quita todo atractivo al trabajo. Vamos, Krogstad, dígame usted por quién y por qué voy a trabajar.
 
KROGSTAD: No le creo; eso no es más que orgullo de mujer que se exalta y desea sacrificarse.
 
CRISTINA: ¿Me ha visto usted alguna vez exaltada?
 
KROGSTAD: ¿Sería usted capaz de hacer lo que dice? ¿Conoce todo mi pasado?
 
CRISTINA: Sí.
 
KROGSTAD: ¿Conoce usted mi reputación, lo que se dice de mí?
 
CRISTINA: Sí, lo he comprendido bien hace poco. Usted supone que yo habría podido salvarlo.
 
KROGSTAD: Estoy seguro de ello.
 
CRISTINA: ¿No se puede reparar todo?
 
KROGSTAD: ¡Cristina! ¿Ha pensado usted bien lo que dice? Sí, lo veo en su cara. ¿De modo que tendría el valor...?
 
CRISTINA: Yo necesito alguien a quien servir de madre, y los hijos de usted necesitan madre. Nosotros también nos sentimos inclinados el uno hacia el otro. Tengo fe en lo que hay en el fondo de usted, Krogstad... Con usted nada me asustará.
 
KROGSTAD (Estrechándole las manos): ¡Gracias, Cristina gracias!... Ahora es preciso que me levante a los ojos del mundo, y sabré hacerlo. ¡Ah! Pero me olvidaba... (La música ejecuta la tarantela).
 
CRISTINA (Escuchando): ¡Silencio! ¡La tarantela! ¡Váyase usted, váyase enseguida!
 
KROGSTAD: ¿Por qué?
 
CRISTINA: ¿Oye usted esa música? Es que concluye el baile, y van a volver.
 
KROGSTAD: Bien, me marcho. Ya todo es inútil. Usted no sabe, por supuesto, el paso que he dado contra los Helmer.
 
CRISTINA: Por lo contrario, Krogstad, lo conozco.
 
KROGSTAD: ¿Y tenía el valor de...?
 
CRISTINA: Sé lo que puede la desesperación en una persona como usted.
 
KROGSTAD: ¡Oh! ¡Si pudiera deshacer mi obra!
 
CRISTINA: Puede usted: su carta está todavía en el buzón.
 
KROGSTAD: ¿Está usted segura?
 
CRISTINA: Lo sé, pero...
 
KROGSTAD (Mirándola fijamente): ¿Es ésa la explicación? ¿Desea usted salvar a su amiga a todo precio? Haría usted mejor en confesarlo francamente. ¿Es así?
 
CRISTINA: Krogstad, cuando una persona se ha vendido una vez por salvar a alguien, no reincide.
 
KROGSTAD: Voy a pedir mi carta.
 
CRISTINA: Nada de eso.
 
KROGSTAD: ¡Vaya! No faltaba más. Espero la vuelta de Helmer para decirle que deseo recuperar mi carta... que no trata más que de mi cesantía... que no necesita leerla...
 
CRISTINA: No, Krogstad, no pida usted la carta.
 
KROGSTAD: Pero, sin embargo... ¿no es por eso realmente por lo que me ha hecho usted venir aquí?
 
CRISTINA: Durante las últimas 24 horas han ocurrido aquí cosas increíbles, y es conveniente que Helmer lo sepa todo; ese fatal misterio debe disiparse. Hace falta que se expliquen: basta de embustes y de evasivas.
 
KROGSTAD: Bien, si usted lo toma por su cuenta... Pero hay algo que hacer en todo caso y que importa hacer enseguida...
 
CRISTINA (Escuchando): ¡Despáchese usted! ¡Váyase!... El baile ha terminado, y no estamos ya seguros.
 
KROGSTAD: Espero a usted abajo.
 
CRISTINA: Conforme. Me acompañará usted hasta la puerta de mi casa.
 
KROGSTAD: Jamás he sido tan feliz. (Sale por la puerta exterior. La del recibidor sigue abierta hasta el fin).
 
 

ESCENA FINAL.

 
HELMER (En voz baja): Ha bebido mucho.
 
NORA (Distraída): Es muy posible. (Helmer saca unas llaves del bolsillo y pasa al recibidor). ¿Qué vas a hacer, Torvaldo?
 
HELMER: Desocupar el buzón; está atestado y no van a caber los periódicos mañana...
 
NORA: ¿Vas a trabajar esta noche?
 
HELMER: De ningún modo... ¿Qué es esto? Han andado en la cerradura.
 
NORA: ¿En la cerradura?
 
HELMER: Sin duda. ¿Qué significa esto? No puedo creer que las muchachas... Aquí hay un trozo de aguja de cabello. Nora, es una de las tuyas.
 
NORA (Con viveza): Quizá los niños...
 
HELMER: Es preciso que les quites esa costumbre. ¡Hum! Vamos, ya está abierto de todos modos. (Saca el contenido del buzón y llama). ¡Elena!... ¡Elena! Apague usted la luz de la entrada. (Entra con las cartas en la mano y cierra la puerta del recibidor). Mira, ¿ves cuántas? (Examina los sobres). ¿Qué es esto?
 
NORA (En la ventana): ¡Esa carta! ¡No, no, Torvaldo!
 
HELMER: Dos tarjetas de visita... de Rank.
 
NORA: ¿Del doctor?
 
HELMER (Mirándolas): Rank, doctor en medicina. Estaban sobre las cartas... Las habrá depositado en el buzón al salir.
 
NORA: ¿Tienen algo escrito?
 
HELMER: Hay una cruz grande encima del nombre. Mira. ¡Qué broma de tan mal gusto! Es como si diera parte de su muerte.
 
NORA: Es lo que hace efectivamente.

HELMER: ¿Qué? ¿Qué sabes? ¿Te ha dicho algo?
 
NORA: Sí. Las tarjetas significan que se ha despedido de nosotros para siempre. Va a, encerrarse a morir. HELMER: ¡Pobre amigo mío! Ya sabía que no había de vivir mucho tiempo; pero tan pronto... Y va a ocultarse como un animal herido.
 
NORA: Si ha de ocurrir, vale más que sea en silencio. ¿Verdad, Torvaldo?
 
HELMER (Paseando): Era como de la familia. No puedo aceptar la idea de su pérdida. Con sus padecimientos y su genio retraído, constituía como el fondo de sombra en el cuadro soleado de nuestra felicidad... En fin, quizá sea preferible... Al menos para él. (Se detiene). Y acaso también para nosotros, Nora. Ahora estamos consagrados exclusivamente el uno al otro. (La abraza). ¡Ah! Mujercita adorada. Nunca te estrecharé bastante. Mira, Nora... quisiera que te amenazara algún peligro para poder exponer mi vida, para dar mi sangre, para arriesgarlo todo, todo por protegerte.
 
NORA (Desprendiéndose, con voz firme y resuelta): Lee las cartas, Torvaldo.
 
HELMER: No, esta noche no... Deseo quedarme contigo, con mi idolatrada mujercita.
 
NORA: ¿Con la idea de la muerte de tu amigo?...
 
HELMER: Tienes razón. A los dos nos ha afectado. Se ha interpuesto entre nosotros la idea de la muerte y de la disolución. Tenemos que hacer algo por olvidarla. Hasta entonces... Nos retiraremos cada uno a nuestro aposento.
 
NORA (Arrojándose a su cuello): ¡Buenas noches, Torvaldo... buenas noches!
 
HELMER (Besándola en la frente): ¡Buenas noches, avecilla cantora! Duerme en paz. Voy a leer las cartas. (Pasa a su habitación llevándose las cartas y cierra la puerta).
 
NORA (Tanteando alrededor de sí, con ojos extraviados, toma el dominó de Helmer y se cubre con él, diciendo con voz breve, incoherente y sacudida): ¡No volver a ver lo jamás! ¡Jamás, jamás, jamás! ¡Y los niños... no; volver a verlos tampoco!... ¡Oh! Aquella agua helada negra... aquel abismo... aquel abismo sin fondo... ¡Ah! ¡Si siquiera hubiese pasado ya!... Ahora la toma, la lee. No, no, todavía no. ¡Adiós, Torvaldo!... ¡Adiós, hijos! (Se precipita hacia la puerta; pero, en el mismo momento, Helmer abre violentamente la de su habitación y aparece con una carta en la mano).
 
HELMER: ¡Nora!
 
NORA (Lanzando un grito penetrante): ¡Ah!
 
HELMER: ¿Qué significa?... ¿Sabes lo que dice esta carta?
 
NORA: Sí, lo sé. ¡Deja que me vaya! ¡Déjame salir!
 
HELMER (Deteniéndola): ¿Dónde vas? 

NORA (Tratando de desasirse): No debes salvarme, Torvaldo.
 
HELMER (Retrocediendo): ¡Entonces, es cierto! ¿Dice la verdad esta carta? ¡Qué horror! No, no es posible, no puede ser.
 
NORA: Es la verdad. Te he amado por sobre todas las cosas en el mundo.
 
HELMER: ¡Eh! Dejémonos de tonterías.
 
NORA (Dando un paso hacia él): ¡Torvaldo!...
 
HELMER: ¡Desgraciada! ¿Qué has tenido valor de hacer?
 
NORA: Déjame salir. No has de llevar el peso de mi falta, tú no has de responder por mí.
 
HELMER: ¡Basta de comedias! (Cierra la puerta del recibidor). Te quedarás ahí, y me darás cuenta de tus actos. ¿Comprendes lo que has hecho? Di, ¿lo comprendes?
 
NORA (Le mira con expresión creciente de rigidez y dice con voz opaca): Sí, ahora empiezo a comprender la gravedad de las cosas.
 
HELMER (Paseándose agitado): ¡Oh! Terrible despertar. ¡Durante ocho años... ella, mi alegría y mi orgullo... una hipócrita, una embustera!... Todavía peor: ¡una criminal! ¡Qué abismo de deformidad! ¡Qué horror! (Deteniéndose ante Nora, que continúa muda, le mira fijamente). Yo habría debido presentir que iba a ocurrir alguna cosa de esta índole. Habría debido preverlo. Con la ligereza de principios de tu padre... tú has heredado esos principios. ¡Falta de religión, falta de moral, falta de todo sentimiento del deber!... ¡Oh! Bien castigado estoy por haber tendido un velo sobre, su conducta. Lo hice por ti, y éste es el pago que me das.
 
NORA: Sí, así es.
 
HELMER: Has destruido mi felicidad, aniquilado mi porvenir. No puedo pensarlo sin estremecerme. Te has puesto a merced de un hombre sin escrúpulos, que puede hacer de mí cuanto le plazca, pedirme lo que quiera, disponer y mandar lo que guste sin que me atreva a respirar. Así quedaré reducido a la impotencia, echado a pique por la ligereza de una mujer.
 
NORA: Cuando yo haya abandonado este mundo, estarás libre.
 
HELMER: ¡Ah! Déjate de expresiones huecas. Tu padre tenía también una lista de ellas. ¿Qué ganaría con que abandonaras el mundo? Nada. A pesar de eso, podría trascender el caso, y quizá se sospechara que yo había sido cómplice de tu criminal acción. Podría creerse que fui el instigador, el que te indujo a hacerlo. Y esto te lo debo a ti, a quien he llevado en brazos a través de nuestra vida conyugal. ¿Comprendes la gravedad de lo que has hecho?
 
NORA (Tranquila y fría): Sí. HELMER: Esto es tan increíble, que no vuelvo de mi asombro; pero hay que tomar un partido. (Pausa). Quítate ese dominó. ¡Que te lo quites, digo! (Pausa). Tengo que complacerlo de una o de otra manera. Se trata de ahogar el asunto a todo trance. Y, en cuanto a nosotros, como si nada hubiese cambiado. Por supuesto, hablo sólo de las apariencias, y, por consiguiente, seguirás viviendo aquí, lógicamente; pero te está prohibido educar a los niños... no me atrevo a confiártelos. ¡Ah! Tener que hablar de este modo a quien tanto he amado y a quien todavía... En fin, todo pasó, no hay más remedio. En lo sucesivo no hay que pensar ya en la felicidad, sino sólo en salvar restos, ruinas, apariencias... (Llaman a la puerta. Helmer se estremece). ¿Qué es esto? ¡Tan tarde! ¿Será ya...? ¿Habrá ese hombre...? ¡Escóndete, Nora! Di que estás enferma. (Nora no se mueve. Helmer va a abrir la puerta).
 
ELENA (A medio vestir en el recibidor): Una carta para la señora.
 
HELMER: Démela. (Toma la carta y cierra la puerta). Sí, es de él; pero no la tendrás. Quiero leerla yo.
 
NORA: Léela.
 
HELMER (Aproximándose a la lámpara): Apenas me atrevo. Quizá seamos víctimas uno y otro. No, es preciso que yo sepa. (Abre apresuradamente la carta, recorre algunas líneas, examina un papel adjunto y lanza una exclamación de alegría). ¡Nora! (Nora interroga con la mirada). ¡Nora!... ¡No, tengo que leerlo otra vez!... ¡Sí! ¡Estoy salvado! ¡Nora, estoy salvado!
 
NORA: ¿Y yo?
 
HELMER: Tú también, naturalmente. Nos hemos salvado los dos. Mira. Te devuelve el recibo. Dice que lamenta, que se arrepiente... un suceso feliz que acaba de cambiar su existencia... ¡Eh! Poco importa lo que escribe. ¡Estamos salvados, Nora! Ya nadie puede inferirte el menor daño. ¡Ah! Nora, Nora... no, destruyamos ante todo estas abominaciones. Déjame ver... (Dirige una mirada al recibidor). No, no quiero ya ver nada; supondré que he tenido una pesadilla, y se acabó. (Rompe las dos cartas y el recibo, lo arroja todo a la chimenea y contempla cómo arden los pedazos). ¡Ya! Todo ha desaparecido. Te decía que desde las vísperas de Navidad tu... ¡Oh! ¡Qué tres días de prueba has debido pasar, Nora!
 
NORA: Durante estos tres días he sostenido una lucha violenta.
 
HELMER: Y te has desesperado; no veías más camino que... Olvidaremos por completo todos estos sinsabores. Vamos a celebrar nuestra liberación repitiendo continuamente: se ha concluido, se ha concluido. Pero óyeme, Nora, parece que no comprendes: se ha concluido. ¡Vamos! ¿Qué significa esa seriedad? ¡Oh! Pobrecilla Nora, ya comprendo... No aciertas a creer que te perdono. Pues créelo, Nora, te lo juro; estás completamente perdonada. Sé bien que todo lo hiciste por amor a mí.
 
NORA: Es verdad. HELMER: Me has amado como una buena esposa debe amar a su marido; pero flaqueabas en la elección de los medios. ¿Crees tú que yo te quiero menos porque no puedas guiarte a ti misma? No, no, confía en mí: no te faltará ayuda y dirección. No sería yo hombre si tu capacidad de mujer no te hiciera doblemente seductora a mis ojos. Olvida los reproches que te dirigí en los primeros momentos de terror, cuando creía que todo iba a desplomarse sobre mí. Te he perdonado, Nora, te juro que te he perdonado.
 
NORA: ¡Gracias por el perdón! (Se va por la puerta de la derecha).
 
HELMER: No, quédate aquí... (La sigue con los ojos). ¿Por qué te diriges a la alcoba?
Casa de muñecas  henrik ibsen
 
NORA (Dentro): Voy a quitarme el traje de máscaras.
 
HELMER (Cerca de la puerta, que ha quedado abierta): Bien, descansa, procura tranquilizarte, reponerte de esta alarma, pajarillo alborotado. Reposa en paz, yo tengo grandes alas para cobijarte. (Andando sin alejarse de la puerta). ¡Oh! Qué tranquilo y delicioso hogar el nuestro, Nora. Aquí estás segura; te guardaré como si fueras una paloma recogida por mí después de sacarla sana y salva de las garras del buitre. Sabré tranquilizar tu pobre corazón palpitante. Lo conseguiré poco a poco; créeme, Nora. Mañana verás todo de otra manera. Todo seguirá como antes. No necesitaré decirte a cada momento que te he perdonado, porque tú misma lo comprenderás indudablemente. ¿Cómo puedes creer que vaya a rechazarte ni a hacer cargos siquiera? ¡Ah! Tú no sabes lo que es un corazón que ama, Nora. ¡Es tan dulce, es tan grato para la conciencia de un hombre perdonar sinceramente! No es ya su esposa lo único que ve en el ser perdonado, sino también su hija. Así te trataré en el porvenir, criatura extraviada, sin brújula. No te preocupes por nada, Nora, sé franca conmigo nada más, y yo seré tu voluntad y tu conciencia. (Calla). ¿No te has acostado? ¿Te has vuelto a vestir?
 
NORA (Con su ropa habitual): Sí, Torvaldo, he vuelto a vestirme.
 
HELMER: ¿Y para qué?
 
NORA: No pienso dormir esta noche.
 
HELMER: Pero, querida Nora...
 
NORA (Mirando el reloj): No es tarde todavía. Siéntate, Torvaldo, tenemos que hablar. (Se sienta junto a la mesa).
 
HELMER: Nora... ¿qué significa esto? ¿Por qué estás tan seria?
 
NORA: Siéntate. La conversación será larga. Tenemos mucho que decirnos.
 
HELMER (Sentándose frente a ella): Me tienes intranquilo, Nora. No te comprendo.
 
NORA: Dices bien; no me comprendes. Ni yo tampoco te he comprendido a ti hasta... esta noche. No me interrumpas. Oye lo que te digo... Tenemos que ajustar nuestras cuentas.

HELMER: ¿En qué sentido?
 
NORA (Después de una pausa): Estamos frente a frente. ¿No te llama la atención algo?
 
HELMER: ¿Qué quieres decir?
 
NORA: Hace ocho años que nos casamos. Piensa un momento: ¿no es ahora la primera vez que nosotros dos, marido y mujer, hablamos a solas seriamente?
 
HELMER: Seriamente, sí... pero ¿qué?
 
NORA: Ocho años han pasado... y más todavía desde que nos conocemos, y jamás se ha cruzado entre nosotros una palabra seria respecto de un asunto grave.
 
HELMER: ¿Iba a hacerte partícipe de mis preocupaciones, si no podías quitármelas?
 
NORA: No hablo de preocupaciones. Lo que quiero decir es que jamás hemos tratado de mirar en común al fondo de las cosas.
 
HELMER: Pero veamos, querida Nora, ¿era esa preocupación apropiada para ti?
 
NORA: ¡Este es precisamente el caso! Tú no me has comprendido nunca... Han sido muy injustos conmigo, papá primero, y tú después.
 
HELMER: ¿Qué? ¡Nosotros dos!... Pero ¿hay alguien que te haya amado más que nosotros?
 
NORA (Moviendo la cabeza): Jamás me amaron. Les parecía agradable estar en adoración delante de mi, ni más ni menos.
 
HELMER: Vamos a ver, Nora, ¿qué significa este lenguaje?
 
NORA: Lo que te digo, Torvaldo. Cuando estaba al lado de papá, él me exponía sus ideas, y yo las seguía. Si tenía otras distintas, las ocultaba; por que no le hubiera gustado. Me llamaba su muñequita, y jugaba conmigo como yo con mis muñecas. Después vine a tu casa.

HELMER: Empleas una frase singular para hablar de nuestro matrimonio.
 
NORA (Sin variar de tono): Quiero decir que de manos de papá pasé a las tuyas. Tú lo arreglaste todo a tu gusto, y yo participaba de tu gusto, o lo daba a entender; no puedo asegurarlo, quizá lo uno y lo otro. Ahora, mirando hacia atrás, me parece que he vivido aquí como los pobres... al día. He vivido de las piruetas que hacía para recrearte, Torvaldo. Eso entraba en tus fines. Tú y papá han sido muy culpables conmigo, y ustedes tienen la culpa de que yo no sirva para nada.
 
HELMER: Eres incomprensible e ingrata, Nora. ¿No has sido feliz a mi lado?
 
NORA: ¡No! Creía serlo, pero no lo he sido jamás.
 
HELMER: ¡Que no... que no has sido feliz!
 
NORA: No, estaba alegre y nada más. Eras amable conmigo... pero nuestra casa sólo era un salón de recreo. He sido una muñeca grande en tu casa, como fui muñeca en casa de papá. Y nuestros hijos, a su vez, han sido mis muñecas. A mí me hacía gracia verte jugar conmigo, como a los niños les divertía verme jugar con ellos. Esto es lo que ha sido nuestra unión, Torvaldo.
 
HELMER: Hay algo de cierto en lo que dices... aunque exageras mucho. Pero, en lo sucesivo, cambiará todo. Ha pasado el tiempo de recreo; ahora viene e de la educación.
 
NORA: ¿La educación de quién? ¿La mía o la de los niños?
 
HELMER: La tuya y la de los niños, querida Nora.
 
NORA: ¡Ay! Torvaldo. No eres capaz de educarme, de hacerme la esposa que necesitas
 
HELMER: ¿Y eres tú quien lo dice?
 
NORA: Y en cuanto a mí... ¿qué preparación tengo para educar a los niños?
 
HELMER: ¡Nora!
 
NORA: ¿No lo has dicho tú hace poco?... ¿No has dicho que es una tarea que no te atreves a confiarme?
 
HELMER: Lo he dicho en un momento de irritación. ¿Ahora vas a insistir en
eso?
 
NORA: ¡Dios mío! Lo dijiste claramente: Es una tarea superior a mis fuerzas. Hay otra que debo atender, y quiero pensar, ante todo, en educarme a mí misma. Tú no eres hombre capaz de facilitarme este trabajo, y necesito emprenderlo yo sola. Por eso voy a dejarte.
 
HELMER (Levantándose de un salto.): ¡Qué! ¿Qué dices?
 
NORA: Necesito estar sola para estudiarme a mí misma y a cuanto me rodea; así es que no puedo permanecer a tu lado.
 
HELMER: ¡Nora! ¡Nora! NORA: Quiero marcharme ya. No me faltará albergue esta noche en casa de Cristina.
 
HELMER: ¡Has perdido el juicio! No tienes derecho a marcharte. Te lo prohíbo.
 
NORA: Tú no puedes prohibirme nada de aquí en adelante. Me llevo todo lo mío. De ti no quiero recibir nada ahora ni nunca.
 
HELMER: Pero ¿qué locura es ésta?
 
NORA: Mañana salgo para mi país... Allí podré vivir mejor.
 
HELMER: ¡Qué ciega estás, pobre criatura sin experiencia!
 
NORA: Ya procuraré adquirir experiencia, Torvaldo.
 
HELMER: ¡Abandonar tu hogar, tu esposo, tus hijos!... ¿No piensas en lo que se dirá?
 
NORA: No puedo pensar en esas pequeñeces. Sólo sé que para mí es indispensable.
 
HELMER: ¡Ah! ¡Es irritante! ¿De modo que traicionarás los deberes más sagrados?
 
NORA: ¿A qué llamas tú mis deberes más sagrados?

HELMER: ¿Necesitas que te lo diga? ¿No son tus deberes para con tu marido y tus hijos?
 
NORA: Tengo otros no menos sagrados.
 
HELMER: No los tienes. ¿Qué deberes son ésos?
 
NORA: Mis deberes para conmigo misma.
 
HELMER: Antes que nada, eres esposa y madre. NORA: No creo ya en eso. Ante todo soy un ser humano con los mismos títulos que tú... o, por lo menos, debo tratar de serlo. Sé que la mayoría de los hombres te darán la razón, Torvaldo, y que esas ideas están impresas en los libros; pero ahora no puedo pensar en lo que dicen los hombres y en lo que se imprime en los libros. Necesito formarme mi idea respecto de esto y procurar darme cuenta de todo.
 
HELMER: ¡Qué! ¿No comprendes cuál es tu puesto en el hogar? ¿No tienes un guía infalible en estas cuestiones? ¿No tienes la religión?
 
NORA: ¡Ay! Torvaldo. No sé exactamente qué es la religión.
 
HELMER: ¿Que no sabes qué es?
 
NORA: Sólo sé lo que me dijo el pastor Hansen al prepararme para la confirmación. La religión es esto, aquello y lo de más allá. Cuando esté sola y libre, examinaré esa cuestión como una de tantas, y veré si el pastor decía la verdad, o, por lo menos, si lo que me dijo era verdad respecto de mí.
 
HELMER: ¡Oh! ¡Es inaudito en una mujer tan joven! Pero si no puede guiarte la religión, déjame al menos sondear tu conciencia. Porque ¿supongo que tendrás al menos sentido moral? ¿O es que tampoco tienes eso? Responde.
 
NORA: ¿Qué quieres, Torvaldo? Me es difícil contestarte. Lo ignoro. No veo claro nada de eso. No sé más que una cosa y es que mis ideas son completamente distintas de las tuyas; que las leyes no son las que yo creía, y, en cuanto a que esas leyes sean justas, no me cabe en la cabeza. ¡No tener derecho una mujer a evitar una preocupación a su padre anciano y moribundo, ni a salvar la vida a su esposo! ¡Eso no es posible!
 
HELMER: Hablas como chiquilla. No comprendes a la sociedad de que formas parte.
 
NORA: No, no comprendo nada; pero quiero comprenderlo y averiguar de parte de quién está la razón: si de la sociedad o de mí.
 
HELMER: Tú estás enferma, tienes fiebre, y hasta casi creo que no estás en tu juicio.
 
NORA: Por lo contrario, esta noche estoy más despejada y segura de mí que nunca.
 
HELMER: ¿Y con esa seguridad y esa lucidez abandonas a tu marido y a tus
hijos?
 
NORA: Sí.
 
HELMER: Eso no tiene más que una explicación.
 
NORA: ¿Qué explicación?
 
HELMER: ¡Ya no me amas!
 
NORA: Así es; en efecto, ésa es la razón de todo.
 
HELMER: ¡Nora!... ¿Y me lo dices?
 
NORA: Lo siento, Torvaldo, porque has sido siempre muy bueno conmigo... Pero ¿qué he de hacerle? No te amo ya.
 
HELMER (Esforzándose por permanecer sereno): De eso, por supuesto, ¿también estás completamente convencida?
 
NORA: Absolutamente. Y por eso no quiero estar más aquí. HELMER: ¿Y puedes explicarme cómo he perdido tu amor?
 
NORA: Muy sencillo. Ha sido esta misma noche, al ver que no se realizaba el prodigio esperado. Entonces he comprendido que no eras el hombre que yo creía.
 
HELMER: Explícate. No entiendo...
Casa de muñecas  henrik ibsen
 
NORA: Durante ocho años he esperado con paciencia, porque sabía de sobra, Dios mío, que los prodigios no son cosas que ocurren diariamente. Llegó al fin el momento de angustia, y me dije con certidumbre: ahora va a realizarse el prodigio. Mientras la carta de Krogstad estuvo en el buzón, no creí ni por un momento que pudieras doblegarte a las exigencias de ese hombre, sino qué, por lo contrario, le dirías: “Dígaselo a todo el mundo”. Y cuando eso hubiera ocurrido...
 
HELMER: ¡Ah, sí!... ¿Cuando yo hubiera entregado a mi esposa a la vergüenza y al menosprecio...?
 
NORA: Cuando eso hubiera ocurrido, yo estaba completamente segura de que responderías a todo diciendo: “Yo soy culpable”.
 
HELMER: ¡Nora!
 
NORA: Vas a decir que yo no hubiera aceptado semejante sacrificio. Es cierto. Pero ¿de qué hubiese servido mi afirmación al lado de la tuya?... ¡Pues bien!, ése era el prodigio que esperaba con terror, y, para evitarlo, iba a morir.
 
HELMER: Nora, con placer hubiese trabajado por ti día y noche, y hubiese soportado toda clase de privaciones y de penalidades; pero no hay nadie que sacrifique su honor por el ser amado. NORA: Lo han hecho millares de mujeres.
 
HELMER: ¡Eh! Piensas como una niña, y hablas del mismo modo.
 
NORA: Es posible, pero tú no piensas ni hablas como el hombre a quien yo puedo seguir. Ya tranquilizado, no en cuanto al peligro que me amenazaba, sino al que corrías tú... todo lo olvidaste, y vuelvo a ser tu avecilla cantora, la muñequita que estabas dispuesto a llevar en brazos como antes, y con más precauciones que nunca al descubrir que soy más frágil. (Levantándose). Escucha, Torvaldo: en aquel momento me pareció que había vivido ocho años en esta casa con un extraño, y que había tenido tres hijos con él... ¡Ah! ¡No quiero pensarlo siquiera! Tengo tentación de desgarrarme a mí misma en mil pedazos.
 
HELMER (Sordamente): Lo comprendo; el hecho es indudable. Se ha abierto entre nosotros un abismo. Pero di si no puede repararse, Nora.
 
NORA: Como yo soy ahora, no puedo ser tu esposa.
 
HELMER: Yo puedo transformarme.
 
NORA: Quizá... si te quitan tu muñeca.
 
HELMER: ¡Separarse... separarse de ti! No, no, Nora, no puedo resignarme a la separación.
 
NORA (Dirigiéndose hacia la puerta de la derecha): Razón de más para concluir. (Se va y vuelve con el abrigo, el sombrero y una pequeña maleta de viaje, que deja sobre una silla cerca de la mesa).
 
HELMER: Nora, todavía no, todavía no. Espera a mañana.
 
NORA (Poniéndose el abrigo): No puedo pasar la noche bajo el techo de un extraño.
 
HELMER: ¿Pero no podemos seguir viviendo juntos como hermanos?
 
NORA (Poniéndose el sombrero): Semejante tipo de vida no duraría mucho. (Poniéndose el chal sobre los hombros). Adiós, Torvaldo. No quiero ver a los niños. Sé que están en mejores manos que las mías. En mi situación actual... no puedo ser una madre para ellos.
 
HELMER: Pero ¿algún día, Nora... un día?
 
NORA: Nada puedo decirte, porque ignoro lo que será de mí.
 
HELMER: Pero sea como sea, eres mi esposa.
 
NORA: Cuando una mujer abandona el domicilio conyugal, como yo lo abandono, las leyes, según dicen, eximen al marido de toda obligación con respecto a ella. De cualquier modo te eximo, porque no es justo que tú quedes encadenado, no estándolo yo. Absoluta libertad por ambas partes. Toma, aquí tienes tu anillo. Devuélveme el mío.
 
HELMER: ¿También eso?
 
NORA: Sí.
 
HELMER: Toma.
 
NORA: Gracias. Ahora todo ha concluido. Ahí dejo las llaves. En lo que respecta a la casa, la doncella está enterada de todo... mejor que yo. Mañana, después de mi marcha, vendrá Cristina a guardar en un baúl cuanto traje al venir aquí, pues deseo que se me envíe.
 
HELMER: ¡Todo ha concluido! ¿No pensarás en mí jamás, Nora?
 
NORA: Seguramente que pensaré con frecuencia en ti y en los niños y en la
casa.
 
HELMER: ¿Puedo escribirte, Nora?
 
NORA: ¡No, jamás! Te lo prohíbo.
 
HELMER: ¡Oh! Pero puedo enviarte...
 
NORA: Nada, nada.
 
HELMER: Ayudarte, si lo necesitas.
 
NORA: ¡No! No puedo aceptar nada de un extraño.
 
HELMER: Nora... ¿ya no seré más que un extraño para ti?
 
NORA (Tomando la maleta de viaje): ¡Ah! Torvaldo. Se necesitaría que se realizara el mayor de los milagros.
 
HELMER: Di cuál.
 
NORA: Necesitaríamos transformarnos los dos hasta el extremo de... ¡Ay! Torvaldo. No creo ya en milagros.
 
HELMER: Pues yo sí quiero creer. Di: ¿deberíamos transformarnos los dos hasta el extremo de...?
 
NORA: Hasta el extremo de que nuestra unión fuera un verdadero matrimonio. ¡Adiós! (Se oye cerrar la puerta de la casa).
 
HELMER (Dejándose caer en una silla cerca de la puerta y ocultándose el rostro con las manos): ¡Nora, Nora! (Levanta la cabeza y mira en derredor suyo).
¡Se ha ido! ¡No verla más!... (Con vislumbre de esperanza.). ¡El mayor de los milagros! (Se va).
 
 
 

FIN. 

martes, 6 de septiembre de 2022

Krogstad cumple su amenaza

 ACTIVIDAD

1.- LECTURA: Lee las siguientes escenas del Acto 2 de "Casa de muñecas" de henrik Ibsen

2.- En Q1, documento dedicado a "Casa de muñecas".  Realiza las siguientes actividades.

2.1.- Coloca un título para cada una de las escenas

2.2.- Escribe un resumen de las escenas leídas

2.3.- Escribe un comentario de un párafo sobre la siguiente cita:


"NORA: ¡Magnífica! Pero también tengo el mérito de tratar de complacerte.
 
HELMER (Acariciándole la barbilla): ¿Mérito?... ¿Por complacer a tu marido? Vamos, vamos, loquilla, ya sé que no es eso lo que querías decir. Pero no quiero interrumpirte; tendrás que probarte el vestido, supongo."

 

ESCENA IV.

 
NORA (Yendo al encuentro de Helmer): ¡Con qué impaciencia te esperaba, querido Torvaldo!
 
HELMER: ¿Era la costurera?
 
NORA: No, era Cristina, que me está ayudando a arreglar el traje... ¡Ya verás qué impresión doy!
 
HELMER: Sí, he tenido una buena idea.
 
NORA: ¡Magnífica! Pero también tengo el mérito de tratar de complacerte.
 
HELMER (Acariciándole la barbilla): ¿Mérito?... ¿Por complacer a tu marido? Vamos, vamos, loquilla, ya sé que no es eso lo que querías decir. Pero no quiero interrumpirte; tendrás que probarte el vestido, supongo.
 
NORA: ¿Y tú? ¿Vas a trabajar?
 
HELMER: Sí. (Enseña papeles). Mira. He ido al Banco. (Va a entrar en el despacho).
 
NORA: Torvaldo...
 
HELMER (Deteniéndose): ¿Decías...?
 
NORA: ¿Si la ardillita te suplicara encarecidamente una cosa...?
 
HELMER: ¿Que?
 
NORA: ¿La harías, di?
 
HELMER: Ante todo, necesito saber de qué se trata.
 
NORA: Si tú quisieras ser complaciente y amable, la ardillita brincaría y haría toda clase de monadas. HELMER: Habla de una vez.
 
NORA: La alondra gorjearía en todos los tonos.
 
HELMER: La alondra no hace más que eso.
 
NORA: Bailaría para distraerte como las sílfides a la luz de la luna.
 
HELMER: Nora... ¿no será aquello de que hablaste esta mañana?
 
NORA (Acercándose): Sí, Torvaldo... ¡Hazme este favor!
 
HELMER: ¿Y tienes valor para volver a hablar de ese asunto?
 
NORA: Sí, sí, tienes que acceder, deseo que Krogstad conserve su puesto en el Banco.
 
HELMER: Mi querida Nora, he destinado esa plaza a la señora de Linde.
 
NORA: Te lo agradezco mucho; pero, bueno, no tienes más que dejar cesante a otro en vez de Krogstad
 
HELMER: ¡Eso es una terquedad que pasa de la raya! Porque ayer hiciste irreflexivamente una promesa, quieres que...
 
NORA: No es por eso, Torvaldo. Es por ti. Me has dicho que ese hombre escribe en los peores periódicos... ¡Podrá hacerte daño! ¡Me inspira un miedo espantoso!
 
HELMER: ¡Oh! Ya comprendo... Te acuerdas de otras épocas y te asustas.
 
NORA: ¿A qué te refieres?
 
HELMER: Piensas evidentemente en tu padre.
 
NORA: Eso; sí. Acuérdate de todo lo que escribieron en los periódicos contra papá personas viles... y de todas las calumnias que lanzaron contra él. Creo que lo habrían destituido, de no haberte enviado a ti al ministerio para hacer el informe y de no haberte mostrado tan benévolo con él.
 
HELMER: Norita mía, existe una gran diferencia entre tu padre y yo. Tu padre no era funcionario inatacable; yo sí, y espero continuar siéndolo mientras conserve mi posición.
 
NORA: ¡Oh! ¡Quién sabe de lo que son capaces de inventar las malas lenguas! ¡Podríamos vivir tan bien, tan tranquilos, tan contentos, en nuestro apacible nido, tú, los niños y yo! Por eso te lo suplico con tanta insistencia.
 
HELMER: Pues precisamente por hablarme tú en su favor, me es imposible acceder. Ya se sabe en el Banco que Krogstad va a quedar cesante, y si ahora se supiera que la mujer del nuevo director le ha hecho cambiar de opinión...
 
NORA: ¿Qué?
 
HELMER: No, poco importa, naturalmente, con tal que tú te salgas con la tuya. ¿Puedes querer que me ponga en ridículo a los ojos de todo el personal?... ¿O dar a entender que soy accesible a toda clase de influencias extrañas? Puedes estar segura de que no tardarían en dejarse sentir las consecuencias. Y además, hay otra razón que hace imposible la permanencia de Krogstad en el Banco mientras yo sea director.
 
NORA: ¿Cuál?
 
HELMER: En lo que respecta a su mancha moral... yo en rigor hubiera podido ser indulgente...
 
NORA: ¿Sí, verdad, Torvaldo?
 
HELMER: Sobre todo después de saber que es un buen empleado; pero lo conozco hace mucho tiempo. Es una de esas amistades de la juventud, contraídas a la ligera, y que después nos estorban frecuentemente en la vida. Para decírtelo francamente: nos tuteamos. Y ese hombre tiene tan poco tacto, que no disimula en presencia de otras personas, sino que, por lo contrario, cree que tiene derecho a usar conmigo de un tono familiar, y siempre está tú por arriba, tú por abajo . Te juro que eso me molesta mucho, y haría intolerable mi situación en el Banco.
 
NORA: Torvaldo, tú no lo dirás en serio.
 
HELMER: Sí. ¿Por qué no?
 
NORA: Porque sería un motivo mezquino.
 
HELMER: ¿Qué dices? ¿Mezquino? ¿Me juzgas mezquino?
 
NORA: No, al revés, querido Torvaldo, y por eso...
 
HELMER: Es lo mismo. Tú dices que son mezquinos mis motivos; por consiguiente, debo serlo yo. ¿Mezquino? ¿De veras? Es hora de terminar con esto. (Llamando). ¡Elena!
 
NORA: ¿Qué vas a hacer?
 
HELMER (Buscando entre los papeles): A tomar una resolución. (Entra Elena).


ESCENA V.

 
HELMER: Tome usted esta carta. Salga enseguida a buscar un mozo para que la lleve. ¡Inmediatamente! Las señas van puestas. Tome usted el dinero.
 
ELENA: Bien, señor. (Sale con la carta).
 
 

ESCENA VI.

 
HELMER (Enrollando los papeles): Bien, señora terca.
 
NORA (Con voz ahogada): ¿Qué va en ese sobre?
 
HELMER: La cesantía de Krogstad.
 
NORA: ¡Recógela, Torvaldo! Todavía es tiempo. ¡Oh! Torvaldo, recógela! ¡Hazlo por mí... por ti, por los niños! ¡Oyeme, Torvaldo!... ¡haz eso! No sabes la desgracia que puede acarreamos a todos.
 
HELMER: Es demasiado tarde.
 
NORA: Sí, demasiado tarde.
 
HELMER: Querida Nora, te perdono esta angustia, aun cuando no sea otra cosa que una injuria a mí. ¡Sí, lo es! ¿No es una injuria creer que yo podría temer la venganza de un abogaducho perdido? Pero te lo perdono de todos modos, porque eso demuestra el gran cariño que me tienes. (La toma en brazos). Es preciso, adorada Nora. Suceda lo que suceda. En los momentos graves, tengo fuerzas y valor y asumo todas las responsabilidades.
 
NORA (Asustada): ¿Qué quieres decir?
 
HELMER: He dicho todas las responsabilidades.
 
NORA (Con acento firme): ¡Jamás, jamás harás eso!
 
HELMER: Bien, pues las compartiremos, Nora, como marido y mujer. Así debe ser. (Acariciándola). ¿Estás contenta ahora? Vamos, vamos, nada de miradas de paloma asustada. Todo es pura fantasía. Ahora debes tocar la tarantela y ensayarte en la pandereta. Yo me encerraré en mi despacho, y desde
allí no oiré nada. Puedes hacer todo el ruido que quieras, y, cuando venga Rank, le dices dónde estoy. (Le hace una seña con la cabeza, entra al despacho llevando los papeles, y cierra la puerta).  

 

ESCENA VIII.
 

NORA (Adelantándose hacia Krogstad): Hable bajo, que está ahí mi marido.
 
KROGSTAD: No hay inconveniente.
 
NORA: ¿Qué quiere usted?
 
KROGSTAD: Decirle una cosa.
 
NORA: ¡Hable pronto! ¿Qué desea decirme?
 
KROGSTAD: ¿Usted sabe que he recibido la cesantía?
 
NORA: No he podido evitarlo, señor Krogstad. He defendido su causa cuanto me ha sido posible, pero todos mis esfuerzos han resultado inútiles.
 
KROGSTAD: ¿Tan poco la ama a usted su marido? Sabe lo que puede ocurrir, y, a pesar de eso, se atreve...
 
NORA: ¿Cómo puede usted, suponer que lo sepa?
 
KROGSTAD: Realmente no lo he creído nunca, porque no es persona que tenga tanto valor mi buen Torvaldo Helmer.
 
NORA: Señor Krogstad, exijo que se respete a mi marido.
 
KROGSTAD: Se supone. Se le respeta cuanto corresponde. Pero, ya que pone tanto empeño en ocultar este asunto, me permito suponer que está usted mejor informada que ayer respecto de la gravedad de lo que hizo.
 
NORA: Mejor informada de lo que hubiera podido estarlo por usted.
 
KROGSTAD: Efectivamente, un jurista tan malo como yo...
 
NORA: ¿Qué quiere usted?
 
KROGSTAD: Nada. Ver sólo cómo está señora. He pasado todo el día pensando en usted. Por más que uno sea un abogaducho, un... en fin, un sujeto como yo, no deja de tener algo que se llama corazón, después de todo.
 
NORA: Demuéstremelo usted; piense en mis hijos.
 
KROGSTAD: ¿Ha pensado en los míos su marido? Pero importa poco. Yo sólo quería decirle a usted que no tomara la cosa muy a lo trágico, pues, por el momento, no he de presentar acusación contra usted.
 
NORA: ¿No, verdad? Estaba segura.
 
KROGSTAD: Se puede terminar este asunto amistosamente, sin que se enteren otras personas. Todo puede quedar entre nosotros tres.
 
NORA: Mi marido no debe saber nada nunca...
 
KROGSTAD: ¿Cómo va usted a impedirlo? ¿Acaso puede pagar el resto de la deuda?
 
NORA: Inmediatamente, no.
 
KROGSTAD: ¿Ha encontrado quizá manera de adquirir dinero estos días?
 
NORA: No. Medio que se pueda emplear, ninguno.
 
KROGSTAD: Además, no le serviría a usted de nada: no le devolveré el pagaré ni por todo el dinero del mundo.
 
NORA: Explíqueme entonces cómo quiere utilizarlo.
 
KROGSTAD: Deseo conservarlo simplemente; tenerlo en mi poder; pero ningún extraño sabrá nada. De manera que si había pensado usted en alguna solución desesperada...
 
NORA: Sí que he pensado.
 
KROGSTAD: ...En abandonarlo todo y huir...
 
NORA: Lo he pensado, sí.
 
KROGSTAD: ...O en algo peor todavía...
 
NORA: ¿Cómo?
 
KROGSTAD: ...Renuncie a esas ideas.
 
NORA: Pero, ¿cómo sabe usted que las tenga?
 
KROGSTAD: Casi todos las tenemos al principio. Yo las tuve como los demás; pero confieso que me faltó valor.
 
NORA: ¡A mí también!
 
KROGSTAD (Tranquilizado): ¿No es verdad? A usted también le falta valor.
 
NORA: Sí.
 
KROGSTAD: Además, sería una solemne tontería, porque, pasada la primera tempestad conyugal... Aquí, en el bolsillo, traigo una carta para su esposo...
 
NORA: ¿Se lo cuenta usted todo?
 
KROGSTAD: Con la mayor suavidad posible.
 
NORA (Con precipitación): No verá esa carta. Rómpala yo buscaré el dinero para pagarle.
 
KROGSTAD: Dispénseme, señora, pero creo haberle dicho hace un momento...
 
NORA: ¡Oh! No hablo del dinero que le debo a usted. Dígame cuánto piensa pedirle a mi marido y se lo entregaré yo.
 
KROGSTAD: No pido dinero a su marido.
 
NORA: ¿Pues qué pide entonces?
 
KROGSTAD: Se lo diré. Quiero prosperar, señora, quiero hacer fortuna; y ha de ayudarme su marido. Durante año y medio no he cometido ningún acto deshonroso; durante todo ese tiempo he luchado con las más duras dificultades. Estaba satisfecho con volver a subir paso a paso. Ahora me dejan cesante y no me basta ya que me repongan por favor. Quiero prosperar, digo. Quiero entrar en el Banco... en mejores condiciones que antes; su marido tiene que crear una plaza para mí...
 
NORA: ¡Eso no lo hará nunca!
 
KROGSTAD: Lo hará; lo conozco... no se atreverá a pestañear, y, conseguido esto, ya verá usted. Antes de un año seré la mano derecha del director. Quien dirigirá el Banco será Enrique Krogstad y no Torvaldo Helmer.
 
NORA: Jamás ocurrirá semejante cosa.
 
KROGSTAD: ¿Querría usted acaso...?
 
NORA: Tengo valor para hacerlo.
 
KROGSTAD: ¡Oh! No me asusta usted. Una dama distinguida y delicada como usted...
 
NORA: ¡Ya lo verá usted, ya lo verá!
 
KROGSTAD: ¿Bajo el hielo acaso? ¿En el abismo húmedo, frío y sombrío? Y volver a la superficie en la primavera, desfigurada, desconocida, sin cabello...
 
NORA: No me asusta usted.
 
KROGSTAD: Ni usted a mí. No se hacen esas cosas, señora. ¿Y a qué conducirán, además? De todos modos, lo tengo en el bolsillo.
 
NORA: Cuando yo no exista...
 
KROGSTAD: Si usted se suicida, estará en mis manos su memoria. (Nora lo mira perpleja). Conque ya está usted advertida. ¡Nada de bobadas! Cuando Helmer reciba mi carta, se apresurará a contestarme. Y acuérdese usted bien de que su marido es quien me obliga a dar este paso. Esto no se lo perdonaré nunca. ¡Adiós, señora! (Se va).  


ESCENA IX.

 
NORA (Entreabriendo con precaución la puerta del vestíbulo y escuchando): Se ha marchado. No le enviará la carta. ¡No, no, es imposible! (Abre la puerta más cada vez). ¿Qué es esto? Se ha detenido. Reflexiona. ¿Iría a...? (Se oye caer una carta en el buzón, y después los pasos de Krogstad, cuyo ruido va extinguiéndose a medida que baja la escalera. Nora reprime un grito y vuelve corriendo hasta el velador. Un momento de silencio). ¡Está en el buzón! (Vuelve sigilosamente a la puerta del recibidor). ¡Está ahí!... ¡Torvaldo... nos hemos perdido!
 
CRISTINA (Entrando con el traje por la puerta de la izquierda): No he podido hacer más. ¿Quieres probártelo?
 
NORA (Bajo, con voz ahogada): Cristina, ven aquí.
 
CRISTINA (Poniendo el vestido sobre el sofá): ¿Qué tienes? Parece que estás completamente trastornada.
 
NORA: Ven aquí. ¿Ves esa carta? ¿Ahí, a través de la abertura del buzón?
 
CRISTINA: Sí, la veo perfectamente.
 
NORA: Esa carta es de Krogstad.
 
CRISTINA: ¡Nora! ... ¿Fue Krogstad quien te prestó el dinero?
 
NORA: Sí. Lo sabrá todo Torvaldo.
 
CRISTINA: Créeme, Nora, es lo mejor para ustedes dos.
 
NORA: Es que no lo sabes todo; he puesto una firma falsa.
 
CRISTINA: ¡Gran Dios!... ¿Qué dices?
 
NORA: ¡Ahora oye, Cristina! Oye lo que voy a decirte; necesito que me sirvas de testigo.
 
CRISTINA: ¿De qué? ¡Dime!
 
NORA: Si yo me volviese loca... y bien puede darse el caso...
Casa de muñecas  henrik ibsen
 
CRISTINA: ¡Nora!
 
NORA: O si me ocurriera alguna desgracia... y no estuviese aquí para...
 
CRISTINA: ¡Nora, Nora, has perdido el juicio!
 
NORA: Si hubiera entonces alguien que quisiera atribuirse toda la culpa... ¿comprendes?
 
CRISTINA: Sí, ¿pero cómo puedes creer...?
 
NORA: En ese caso debes declarar que es falso, Cristina. No estoy loca; estoy en mi sano juicio, y te digo: ninguna otra persona lo supo; obré sola, absolutamente sola. Acuérdate bien de esto.
 
CRISTINA: Bien, lo recordaré; pero no comprendo...
 
NORA: ¡Ah! ¿Cómo vas a comprender? Es que va a realizarse un prodigio.
 
CRISTINA: ¿Un prodigio?
 
NORA: Sí, un prodigio. ¡Pero es tan terrible!... Cristina, es preciso que no ocurra tal cosa; no quiero, a ningún precio.
 
CRISTINA: Voy a hablar con Krogstad ahora mismo.
 
NORA: No vayas a verlo; lo pasarías mal.
 
CRISTINA: Hubo un tiempo en que hubiera hecho el mayor sacrificio del mundo por complacerme.
 
NORA: ¿Él?
 
CRISTINA: ¿Dónde vive?
 
NORA: ¡Qué sé yo!... Digo, sí. (Se registra el bolsillo). Aquí está su tarjeta. ¡Pero la carta!...
 
HELMER (Llamando a la puerta que comunica con sus habitaciones): ¡Nora!
Casa de muñecas  henrik ibsen
 
NORA (Lanzando un grito de angustia): ¿Qué ocurre? ¿Qué quieres?
 
HELMER: ¡Vamos, vamos! No te asustes, es que no podemos entrar: has cerrado la puerta. ¿Te estás probando el vestido?
 
NORA: Sí, sí, estoy probándomelo. ¡Voy a estar muy guapa! Torvaldo...
 
CRISTINA (Después de mirar la tarjeta): Vive cerca de aquí, en la esquina de esta calle.
 
NORA: Sí, pero ¿para qué? Estamos perdidos. La carta está en el buzón.
 
CRISTINA: ¿Tiene la llave tu marido? NORA: Siempre.
 
CRISTINA: Krogstad puede reclamar la carta antes que sea leída, inventando un pretexto cualquiera.
 
NORA: Pero es precisamente la hora en que Torvaldo acostumbra...
 
CRISTINA: Entretanto, anda a su habitación. Yo volveré todo lo antes que pueda. (Sale precipitadamente por la puerta del vestíbulo).